En ocasiones a uno le apetece un poco de música lentilla, así, para terminar el día de forma tranqui, dejándose llevar... Otras veces clásicos para estar tarareándolos hasta el momento de meterse a la cama, con el peligro de llevarse la melodía al interior de las sábanas. Y por último cabe la posibilidad que a uno le apetezca nada más volver de correr, darse una ducha, ponerse la ropa de estar por casa, subir volumen y graves, apagar las luces y ...
¡Dios qué bien suenan, qué final!
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