sábado, 3 de septiembre de 2011

Esconded a vuestros hijos... qué vienen los mercados


Hace un par de días, camino de una cena fantástica, mantenía con un amigo una de esas conversaciones en las que se trata de arreglar el mundo (porque dos amigos siempre tienen solución para todos los problemas del mundo por si no lo sabíais). Tampoco me quiero explayar mucho porque me voy de cena, pero el caso es que hablábamos, como no, del techo de déficit impuesto en la Constitución por petición expresa de gobiernos y organismos extranjeros. La cuestión era ¿si ya tenemos un techo de déficit en una ley orgánica y en una ley europea, por qué añadirlo ahora a la constitución? Pues supuestamente porque eso es la solución mágica para que los mercados dejen de acosarnos, para que de repente el mundo se vuelva rosa, los unicornios jueguen el los prados y en las calles regalen golosinas. O eso es lo que nos están haciendo ver desde el gobierno y otros frentes liberales.

Los mercados se están comportando como un monstruo insaciable y algunos no lo quieren ver. Si les das la mano te cogen el brazo y te miran a los ojos sonrientes. Es su naturaleza.

Ahora hemos modificado la Constitución, algo que parecía impensable e intocable hace tan sólo unos meses, pero ¿qué será lo siguiente? ¿Les tendremos que dar a nuestros primogénitos como rehenes como se hacía antañom cuando te querías asegurar que el enemigo/vasallo era leal? ¿Cada vez que aparezca una agencia de calificación señalando con su dedo inquisitivo la maltrecha economía española, tendremos que hacer modificaciones impositivas, legales y sociales? ¿Hasta qué límites, dónde se parará?

Lo único que puede plantar cara a los mercados es la unidad gubernamental a nivel supranacional, es decir, que haya una respuesta clara de la UE, así como del Banco Central Europeo, como paso hace escasamente dos meses (le pese a quien le pese, se vio que "interviniendo" se calmó la situación, no dejando que el mercado se "autorregulara"). Pero una respuesta contundente. Los mercados sólo buscan beneficios, no saben de otra cosa, y sobre todo, no paran. Como decía antes, son insaciables y son capaces de explotar la gallina de los huevos de oro sin darse cuenta que está apunto de desfallecer y se les va a acabar el negocio.

Como decía Jordi Sevilla (exministro de Administraciones Públicas) en su Twitter hace unos días:

"Osea, la mayor crisis provocada por sobreendeudamiento privado, instigado por la banca privada, se arregla... prohibiendo la deuda pública".

Soy optimista por naturaleza (bueno, positivista, que es un matiz distinto) y estoy seguro que de esta saldremos, la cuestión es cómo. ¿Alguna sugerencia?



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