domingo, 13 de noviembre de 2011

Bitacora II


No se puede decir que Leipzig sea una ciudad monumental, pero tiene un algo. Es como cuando dices de alguien que "es maj@". Eran varias las personas que me habían comentado que era una ciudad feucha, industrial, gris. Hasta me llegaron a decir que fuera a otra ciudad, pero yo estaba convencido. Además, ya había comprado el billete de tren, jeje.

Leipzig la definiría como vivible. El casco viejo es realmente pequeño y sus calles están llenas de vida. Gente de un lado para otro, mercado de frutas y verduras en la plaza del antiguo ayuntamiento y sobre todo mucha, mucha historia.

De esta ciudad destacaría dos visitas que hice. Una al museo de la Esquina curva, la antigua sede de la STASI en Leipzig. Cámaras fotográficas ocultas, disfraces de obrero, sistemas de espionaje de lo más pintoresco, plano de las casas donde contaban con informadores (aproximadamente 180.000 personas eran informadores en 1989)... y lo que más impresiona, tarros con el sudor de la gente para tener algo que olfatear por los perros en caso de tener que perseguirla. En fin, si no habéis visto "La vida de los otros" (una de mis películas favoritas a todo esto) os recomiendo que lo hagáis para entender lo que supuso la actividad de este cuerpo de policía en los años que duró la RDA.

El otro sitio no es mucho más alegre. Es un mausoleo situado a unos 20 minutos del centro de Leipzig. El Völkerschlachtdenkmal se contruyó como recuerdo a la Batalla de las Naciones. Medio millón de personas se enfrentó en el siglo XIX, durante las guerras napoleónicas en los llanos de esta ciudad sajona y una quinta parte murió en aquel sinsentido. La verdad es que aunque es un mausoleo, no lo parece exteriormente. De hecho, exteriormente no sabes lo que es porque arquitectónicamente no se parece a nada conocido en Europa hasta la fecha (fue una de las condiciones que le pusieron al arquitecto).  Más allá de la espectacularidad o la altura del edificio, las vistas desde lo alto son una pasada. Subir hasta la terraza superior es una pasada, pero quizá hacerlo con una mochila cargada hasta las trancas y después de unas 10 horas haciendo el guiri no fue la mejor de las experiencias. Quedarse atrancado en unas escaleras y que te tengan que empujar para solucionar el problemilla tampoco. 

Tras recuperar parte de mi orgullo, me di un voltio por la universidad, para morirme de la envidia y acordarme de mi "querida" EUITI. Me colé en algún edificio y traté de mimetizarme con los paisanos. Lo logré hasta que pedí un perrito en un puesto y mostré mi nivelazo de alemán... adios a mi orgullo nuevamente. Vuelta a la estación central y al tren de cabeza. Siguiente destino, Dresde (locurón!).


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